Treinta días sin escribir puede parecer demasiados pero para alguien que no está acostumbrado a hacerlo no son excesivos a pesar de las anécdotas y curiosidades que han dejado de ser mencionadas desde mi última entrada, y no ha sido por falta de ánimo sino de ganas de ponerme a escribir para subrayar por ejemplo la estupidez de un Carlotti en una columna de opinión de El País o el nuevo eslogan navideño "Feliz crisis 2009". Hay veces que es incluso mejor guardar silencio, pero este no debería de ser el caso, pero la vaguedad suele habitar en mi cuerpo y teclear torpemente las palabras letra a letra a veces me produce sopor, mis ideas fluyen a más velocidad que mi escritura, me pierdo y me deslizo por cada concepto cuando aún no he procesado el anterior. Por ello ya tengo un reto de esos que nos marcamos con la llegada de cada nuevo año, y aunque yo suelo ser reacio a todos los clichés de tan hipócrita época, este año me voy a comprometer con escribir con una mayor frecuencia con una doble finalidad, expresar mis valoraciones y comenzar a escribir de una vez por todas.
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