martes, 30 de junio de 2009

Secuelas y contradicciones

Acabo de ver una película por televisión mala de cojones si se me permite la expresión, hay que decir que al menos ha sido sin cortes publicitarios (con ellos no hubiese aguantado) y que ha sido con alevosía pues siempre me flanquea cierta contradicción cinematográfica desde que veía en casa de mis tíos las dos únicas películas de que disponía en su flamante vídeo Beta. Acorralado y Grease dos títulos que marcaron en gran medida mi primer acervo audiovisual al ser tan machacadas en las múltiples visitas familiares (y que en parte muestran las contradicciones inherentes en mi), siendo la secuela penúltima (como las copas, nunca se dice la última) de la primera cinta nombrada la que inspira la ni tan siquiera crítica cinematográfica que pretendo escribir, pues sólo me quiero centrar en su final, cuyo contenido paso a desvelar (abstengase de seguir leyendo si no quiere que le destripe la única parte del film donde no se da tal modalidad violenta de representar la muerte). En esto que llega John Rambo con su vieja mochila del Vietnam (que productos los de antaño, ya no se fabrican las cosas igual) a su casa, de campo, con caballos y todo... joder si en la primera parte hubiera vuelto en primavera igual se hubiera y nos hubiera ahorrado de paso tales aventuras cuasiépicas, recuerdo el ambiente del pueblo natal del veterano y en nada se parece al idílico que ahora se nos muestra y entonces me asaltan dudas...¿será una maniobra para una nueva entrega? Yusss...lo veo claro, el nuevo hombre que entrenaba a los caballos (este hombre no susurra, mira y mueve amenazantemente los músculos de la cara) en su preciosa granja a la que llega una nueva joven estudiante del instituto del pueblo (el Ryder, por ejemplo) de la que el decrépito John tendrá que aprender y a la que deberá guiar por los caminos de la lucha más cruel y antigua del hombre, el amor...
Mierda total, pero seguramente, con un buen director, pudiera hacer que no me arrepienta de tener instalados unos cánones y cierto misticismo que me obligan a ver la bazofia dibujada.

Danzad malditos

Las cosas en cierta medida siempre retornan, esta es una afirmación que últimamente ha atravesado mi pensamiento y que en esta madrugada vacacional al son de los acordes de la primera música electrónica por mi idolatrada vuelve a resurgir al vislumbrar el triste panorama internacional, vuelve a sonar New Order en la carretera de Barcelona y un nuevo golpe militar acaba de asomar, escucho la sonoridad de Erasure y los hijos de la revolución quiere volver a ser los niños que Neda ya no engendrará. Peter Schilling también se acerca de nuevo a ser el que purgue el cierre bajando la gran bola del interior de Radical al igual que Madoff paga por todo el indemne sistema. Incluso Depeche Mode aún quiere sonar como el éxito cosechado por la mochila vallecana nuevamente leído. En el templo de la música Interfront releva a Megabeat en un acertado encabalgamiento producido por la expertas manos de un no cualquier dj sin embargo existen otros desacertados relevos fabricados mediante masivas revelaciones de ignorantes pinchadiscos. Ahora me gustaría retornar a mi casa, recoger los walkman y tras poner, bolígrafo mediante, la cinta en su correcto punto volver a oir aquella sesión de radio, ese programa Danzad,danzad malditos y así embriagarme con su música para retornar al mismo sitio del que parto ahora pero con la cadencia disciplinada por el baile que comencé años atrás, con mi esencia retornada y transformada al igual que le ocurre a mi apariencia del menor Jackson cuyo Billie tenía su final asegurado en el retorno de las luces de mi aprendida y desprendida bola de cristal.

lunes, 8 de junio de 2009

Expectativas cumplidas

El sábado o el domingo leía en El País acerca de la baja participación en las recientes elecciones europeas y como ésta ayudaría a los partidos radicales y tras escuchar esta mañana unos minutos a Soraya Sáenz de Santamaría convencida de que los papeles para todos lleva a la explotación laboral, no sus discutibles causas que innumerables estudios sociológicos ponen de manifiesto, y tras ver un horripilante anuncio televisivo en un canal cuyo nombre mejor ni mencionar, en el que un feto visto a través de una ecografía nos habla de lo mala que es su mamá, y del desprecio a la vida de las abortistas, me doy cuenta de que el artículo tenía toda la razón, gana lo radical, lo conservador, pues ¿acaso no hay algo más radical qué querer coartar la libertad, qué desear permanecer en los supuestos ideológicos que tanta amagura nos han traido, qué no querer desarrollarse? Eso si es desprecio a la vida, pero por desgracia no se le hace publicidad... por algo será también.
Seguro que Berlusconi ya lo está celebrando en alguna de sus mansiones con algunas putanas, que lo de las zorrillas es más de nuestro Torrente.