jueves, 30 de septiembre de 2010

Que mejor modo de delebrar la centena de entradas que hablar sobre la huelga general de ayer, sobre ese derecho que aún tenemos los ciudadanos de levantar la voz ante las tropelías de nuestros queridos dirigentes. La verdad es que me deja un sinsabor que ya me temía pues la necedad y la coactiva vida de las personas ha sido retratada con el poco seguimiento teniendo en cuenta la trascendencia del asunto, pues no es de recibo que seamos los ciudadanos los que tengamos que pagar la factura de una crisis provocada por el sistema que las reformas quieren perpetuar. La peor excusa sin lugar a dudas la esgrimen los que abogan por el momento de crisis que padecemos, si por trabajar más un día fueramos a salir de ella, quedemos todos los dos siguientes domingos y adios a la crisis. Los hay que acercan esa crisis al plano personal, como si por dejar de ganar dinero por un día fuera el apocalipsis total, como si nunca hubieran tenido que hacer frente a un imprevisto, avisado desde hace meses, por cierto. No sé hacia donde nos encaminamos con expresiones como la de ayer, lo que si sé es que el modelo sociopolítico algún día habrá de cambiar (no lo veré yo) y la historia juzga a los responsables, a los culpables, a aquellos que con su estúpido interés devaluaron el propio ser.

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