martes, 17 de marzo de 2009
No hay que ser un lince
A veces me pregunto si la Iglesia y sus encargados se preguntan a si mismos antes de emitir sus particulares campañas publicitarias. Puede ser que piensen que se hacen y nos hacen un favor con tan flagrantes equiparaciones como la que en estos días tiene lugar, como si no tuvieran otro tipo de argumentos, se echan encima la carga de la incredulidad, del chismorreo y de la popularidad con tal de encontrar potenciales targets en el mediatizado mundo en el que vivimos, con la esperanza de que su no mensaje siga prosperando idiotamente entre libres consumidores, no hay que ser un lince para diseñar tan eficaz publicidad para inéptos mentales, si para argumentar con razones.
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