miércoles, 9 de abril de 2008

Criticar, mi ingenuidad

Cierto día asistí a una conferencia de un eminente profesor, debo confesar que era la primera vez que asistía a un acto así in situ, si había asistido en otros formatos más modernos pero nunca con una predisposición estudiantil e informada. El título de la susodicha lo conocía, pero lo que me extrañó fue que el profesor se limitaba a leer cierto artículo que me resultaba más familiar según avanzaba la lectura. Había leido el ensayo con anterioridad, y yo lo que buscaba era el nuevo enfoque que el autor podría haber concebido tras lo años pasados desde la creación de tal escrito, sin embargo no hubo mas que lectura, eso sí, con una final y agradecida invitación a preguntar a tan eminente profesor, pero el silencio se hizo en la sala, como si la aprobación fuera consensuada como bien observó dicho docente. Yo ya pensaba en criticar esa postura de reafirmar lo ya hecho, aunque también conozco perfectamente que el hombre desde entonces ha seguido trabajando y estudiando duro y fuerte, aportando aún numerosos proyectos. Pero me parecía un pequeño engaño en cuanto que leer algo que yo ya he podido leer, sin ninguna reformulación por mínima que sea (las ciencias sociales no son las matemáticas, en las primeras algún día dos más dos pueden ser cinco) se me antojaba como las recopilaciones de los artistas, vamos a vivir del cuento, de la historia y no del hoy, del ahora. Mi posición ante los derchos intelectuales y de autor es clara, hay que respetarlos, pero igualmente han de hacerse con los derechos de difusión y acceso a la cultura, a las ideas y demás propiedades de la sociedad. Mi desconocimiento del hecho conferenciante me puso en el dilema de criticar esa postura que yo tacho de algo conservadora, sin embargo ¿quién era yo para hacer tal crítica, en público ante tal persona y una audiencia, aunque heterogénea, de cierta amistad ideológica? asi que rápidamente acepté el consenso silencioso, nos fuimos sin preguntar y de camino a casa, andando, que es una manera sostenible de pensar, me daba cuenta poco a poco que debería de haber puesto sobre la mesa tal crítica, formulándola en términos de crítica hacia la conferencia en si, sus presupuestos y modelos, o hacia la postura generalizada de vivir de lo antiguo, de lo ya dicho o hecho. Seguramente hubiera obtenido respuestas, que pudieran satisfacerme o no, pero me darían pie a poder reformular mi propia crítica o mi propia visión sobre el tema afectante, y más con un docente de máxima categoría. Pero el pudor me pudo, y la verguenza a un ridículo, por simplemente obtener respuestas que es lo que hace el hombre al dialogar, hicieron de mi boca silencio, el silencio de la ingenuidad, del desconocimiento y de no traspasar ciertos cánones establecidos que impone la costumbre, la tradición y una desvirtuada moral.
Seguramente tenga más opurtinades de realizar tal acto, pues las conferencias generalmente siguen este modelo y bastaría con ir a cualquier otra de cualquier otro autor para comprobar su similitud, la falta de reformulaciones, de superación de críticas o adaptaciones a las nuevas realidades cambiantes a cada momento. No derrochemos el tiempo y la energía (en todos los ámbitos) en reafirmar nuestro ego como si de políticos actuales se tratase enfatizando siempre el mismo discurso. Tomemos esos medios posibles que brinda la actualidad para la revitalización de lo dicho, de lo hecho, pero no como una vuelta sin más, sino con la posibilidad de actualizar mediante el diálogo consensuado, aunque previamente es necesario conocer el hecho, lo dicho para que esa comunicación sea viable. Optimizemos los recursos, en cualquier ámbito, desechemos fórmulas que no aporten.

No hay comentarios: