martes, 3 de febrero de 2009

El tren

Creo que estaba en las vías a la hora destinada y sin embargo las luces comenzaron a dilatarse, confundí el brillo de los semáforos con la esperanza de su llegada y su sóla presencia en mi mente revolucionaba extrañamente mis fluidos. El camino había sido fielmente perfilado, quizá incluso algo engalanado pero aún no fueron firmes los pasos en su recorrido. El último tren ya había partido...
Mis primeros recuerdos me acercan a la ventana desde la que divisé por enésima vez ancho mundo, al asiento desde el que se escuchaban acompasados los sonidos, en el que soñé, al fin, que no estaba dormido.
No existen los últimos trenes, ni los viejos caminos, nuestra ausencia vive conmigo.

A mi viejo amigo


"Él nunca lo haría" rezaba una campaña contra el abandono animal, y aunque yo no lo hice tan explícitamente si me queda un resabio de haber actuado mal, de dejar en el olvido algo que estaba en mi interior y que aunque a veces punzara con el recuerdo o el simple y antiguo deseo de acercarle a ver el mar, siempre llevaré con gran lamentación.
Ahora ya no estás, nada puedo cambiar, mi mirada vuelve atrás intentando justificar mi acción con las circunstancias personales, pero ahora ya no caigo en la trampa, sé lo que hice, sólo me queda recordarte y alabarte cómo lo que fuiste, un gran amigo, que nunca lo hizo.
En cambio si animaste muchas de mis tardes e iluminastes infinitas noches, acompañándote en tus básicos menesteres pensaba, me materializaba en la tranquilidad nocturna, insuflabas aire en mis paseos e incluso soles que me iluminaron, guiaste mi destino y cuando éste me abandonó, lo mismo logré. Siempre recordaré la primera vez que ladraste en la libertad de la calle, la seguridad que me diste al comprobar que alguien me seguía, que no me perdía, que me necesitaba, y la última, cuando aún me recordabas pero tu tristeza expresabas.
Quiero dejar de usar el imperfecto, tenerte más presente, y una vez más aprender, de tí, que tanto me has enseñado.

Atila, in memoriam.

lunes, 2 de febrero de 2009

Librando los lunes sin sol

La resaca de los Goya ilumina en parte el título y el contenido del escrito de hoy, pues mi particular camino me lleva a enfrentarme, con cierta actitud estoica, al destino de mis tristes lunes sin sol en los que uno confunde el placer de la libertad con la causística impuesta por el ámbito cultural y social. Mi primer día de la semana es siempre de los últimos, siempre he ido a contraremolque y no es una cosa, por tanto, que me confunda o extrañe, y últimamente siempre de los más tristes, metereológicamente hablando. Si además le añadimos las ocupaciones y encargos postergados para tales fechas, los lunes se convierten en las peores pesadillas reales para el ser humano, todo para hacer el día en el que nada debes hacer. Hoy no fue diferente salvo por la constatación en el calendario de soleadas fechas pasadas, cuando mi camino fue iluminado, restringida mi libertad, sometido al haz de los impulsos y emociones. Hoy fue sencillamente diferente y cuál héroe fílmico supe tomar un punto de inflexión respecto de mi lunes, retornar antiguas sendas, acariciar el día como si de él se tratase, ser uno más fuera del raciocinio imperante, nada discurre sin su contrario y mi libertad suele ser superada por cuaquier constricción, hoy sólo quiero caminar, que en los lunes vuelva a brillar el sol.