Creo que estaba en las vías a la hora destinada y sin embargo las luces comenzaron a dilatarse, confundí el brillo de los semáforos con la esperanza de su llegada y su sóla presencia en mi mente revolucionaba extrañamente mis fluidos. El camino había sido fielmente perfilado, quizá incluso algo engalanado pero aún no fueron firmes los pasos en su recorrido. El último tren ya había partido...
Mis primeros recuerdos me acercan a la ventana desde la que divisé por enésima vez ancho mundo, al asiento desde el que se escuchaban acompasados los sonidos, en el que soñé, al fin, que no estaba dormido.
No existen los últimos trenes, ni los viejos caminos, nuestra ausencia vive conmigo.
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