lunes, 4 de agosto de 2008

Otra de cine, de amor y antisemitismo, o ¿es al revés?

Y es que hay veces que la identificación con un personaje de una película no ha de ser necesariamente con el héroe, por ello en La barrera invisible (Gentleman's Agreement, Elia Kazan, 1947) me identifico con el personaje femenino secundario, ese contrapunto del personaje principal que a veces parece estar por encima, pues es quien garantiza su buena resolución. Ella (Celeste Holm) en el film es franca y honesta desde un principio y sin embargo no alcanzará sus propósitos, por algo la identificación, pues triunfará la historia de amor de Kathy (Dorothy McGuire), tras su compromiso entre lágrimas de pasar a la acción. Quizá sea lo más pobre de la cinta, el final de esa histroria de amor, pues yo aún esperaba en ese plano final ver aparecer a la rubia, que tan buenos principios exhibía. Me pregunto cómo sería la relación despues de John Green (Gregory Peck) y Kathy, si ella pudo sacar afuera todos sus prejuicios o por el contrario, si con los cambios drásticos en ciudades tan pobladas y la llegada de invitados de color no volvieron a renacer y el pobre Peck pensara entonces en la encantadora rubia que siempre le respetó. Podríamos discutir cual es tema principal de la película, ¿es el antisemitismo o es la historia de amor? Yo creo que es una historia de amor como apoya bien el último plano y otras caracteríticas de la narración cinematográfica, si bien para mi ese final, algo irracional desde un punto de vista algo lógico (sólo se nos muestra el cambio de conducta de ella a través de sus lágrimas), a la vez es lo más coherente, pues así es el amor, irracional, incoherente, impulsivo, narcótico, y por ello haber acudido al final a la persona que amaba desde el principio es lo más lógico-ilógico, si se me permite el término, que podía hacer nuestro protagonista, pues como digo, el amor no entiende de lógica ni de principios, y si lo llega a hacer algún día, entonces el mundo no será mundo...
Por otro lado, la película muestra muy bien un problema cultural, que a pesar de la fe de la madre de nuestro protagonista por el siglo pasado, no ha sido aún soslayado si lo extrapolamos a otras creencias o actitudes de nuestra sociedad, todavía no hemos aprendido a vivir juntos, y quizá sólo sea un sueño, pero como enamorado de ese dulce sueño, lo exigo, lo pronuncio y lo deseo como las bocas se esperan a centímetros de la plenitud.

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