Ya está el fuego olímpico en Pekín, los juegos ya pueden comenzar. La ceremonia terminó con un encendido del pebetero espectacular por parte de Li Ning, muy audiovisual y tecnológico como caracteriza a nuestra era, y aunque excedida en tiempo fue sencillamente impresionante. Un repaso por la historia china más humana, a sus tradiciones musicales, a sus aportaciones a la historia, a su cultura en general, todo ello muy bien sincronizado y conjugado con la más puntera tecnología. El pergamino, uno de los muchos símbolos usados en el reto ceremonial al que los chinos se enfrentaban, se convirtió también al final en indispensable al ir abriendo visualmente el recorrido de la antorcha desde Olimpia.
Los atletas ya pueden luchar por la verdadera competitiva superación, los nuevos mejores juegos de la historia ya están inaugurados y las ramas de olivo del templo de Zeus esperan a sus nuevos dueños como en la antigua Grecia.
El desfile también ha sido bastante emotivo con la presencia de ilustres y alegóricos abanderados, aunque ya aquí se produjo otro acto político al permitir que el choque entre las dos Koreas se impusiera a la lógica establecida y que todos deberían de haber cumplido. Otro acto de estos, político, ha sido el izamiento de las banderas por parte de militares, así como la no presencia de ciertos políticos, o realmente este último acto ¿sea el menos político de todos?
El caso es que ya están aquí los juegos más polémicos y a pesar de toda la polémica por cosas ya sabidas (falta de derechos individuales, no libertad de prensa, cierto autoritarismo, el Tibet...) ahora no queda sino apoyar a los deportistas, auténticos héroes de las próximas historias y esperar en que el lema de la vigesimonovena olimpiada poco a poco se vaya cumpliendo y que el paso de la llama contagie un nuevo sueño.
Eso sí, qué le ocurrió a los sueños de los miles de trabajadores del nido, traidos del mundo rural con la esperanza de adquirir la ciudadanía pekinesa, y que una vez concluida su labor han sido devueltos a su marginalidad. Para un mundo, un sueño, no bastan sólo las palabras y la retórica, sino que las acciones y el ejemplo se vuelven indispensables. Yo quiero un mundo más justo pero que mi posición, mi propiedad o mi estatus no me los toquen, no señor, así hay dos mundos, el justo y el tuyo...
Los atletas ya pueden luchar por la verdadera competitiva superación, los nuevos mejores juegos de la historia ya están inaugurados y las ramas de olivo del templo de Zeus esperan a sus nuevos dueños como en la antigua Grecia.
El desfile también ha sido bastante emotivo con la presencia de ilustres y alegóricos abanderados, aunque ya aquí se produjo otro acto político al permitir que el choque entre las dos Koreas se impusiera a la lógica establecida y que todos deberían de haber cumplido. Otro acto de estos, político, ha sido el izamiento de las banderas por parte de militares, así como la no presencia de ciertos políticos, o realmente este último acto ¿sea el menos político de todos?
El caso es que ya están aquí los juegos más polémicos y a pesar de toda la polémica por cosas ya sabidas (falta de derechos individuales, no libertad de prensa, cierto autoritarismo, el Tibet...) ahora no queda sino apoyar a los deportistas, auténticos héroes de las próximas historias y esperar en que el lema de la vigesimonovena olimpiada poco a poco se vaya cumpliendo y que el paso de la llama contagie un nuevo sueño.
Eso sí, qué le ocurrió a los sueños de los miles de trabajadores del nido, traidos del mundo rural con la esperanza de adquirir la ciudadanía pekinesa, y que una vez concluida su labor han sido devueltos a su marginalidad. Para un mundo, un sueño, no bastan sólo las palabras y la retórica, sino que las acciones y el ejemplo se vuelven indispensables. Yo quiero un mundo más justo pero que mi posición, mi propiedad o mi estatus no me los toquen, no señor, así hay dos mundos, el justo y el tuyo...
Volviendo a la esperanza, como en todos estos actos, el momento emotivo a mi parecer fue la entrada junto al abanderado chino del niño héroe del terremoto de Sichuan así como el porte de la bandera olímpica por la tibetana Pan Duo, gesto éste, ¿interpretativo?
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