Mi mirada viaja al mundo del arte, un caso especial ha llamado mi atención, será que ha tenido éxito la propuesta vista. Un pianista japonés Yosuke Yamashita realiza un concierto con su piano en llamas, tan ardiente pasión por su piano le lleva a quemarlo a la vez que toca las fulgurantes teclas entonando un jazz, y me pregunto yo cómo se oiría junto al chascarreante sonido del fuego y del oleaje de fondo, pues el tipo está en la playa. El arte como reflejo de la sociedad muestra aquí el derroche incoherente de nuestra excéntrica cultura, quemamos un piano para exponer luego el vídeo en un museo,¿cúanta energía supone un piano? entre los árboles como materia prima, los artesanos que lo realizan, los recursos energéticos utilizados en todos los procesos, el transporte de dicho elemento... y si, lo pagará él o quien le de la gana, pero y el valor de todo el daño realizado a nuestro medio ambiente ¿quién lo paga?, ¿debe el arte hacer gala del derrochismo capitalista aunque sólo fuera para mostrar lo inadecuado de esta conducta, o debe por el contario denunciar inequivocamente tal circunstancia en los momentos medioambientales en los que nos encontramos?
Y del fuego transnacional al nacional fallero, donde unos gamberros han quemado ninots antes de lo previsto en la complicidad nocturna y con mayúscula alevosía, en fin, sin palabras.
¿Es aquí lícito el gasto masivo que produce el marzo valenciano? Yo creo que aquí el papel cultural de la festividad es inexcusable por todas las interaciones que un evento así conlleva, sin embargo también creo que las culturas evolucionan, se modifican con el tiempo y ahora es el momento de replantearse nuevas perspectivas, sobre todo en las fiestas populares de las que somos actores principales, donde el diálogo nos debe llevar a acuerdos para paliar los resultados indeseados de tales eventos, y no se trata de limpieza o gastos elevados, sino de posiciones que defiendan los recursos patrimoniales que se pierden con ellos aceptando cambios gradualmente tanto en la forma como en el contenido de tales eventos sociales, si como parte de la humanidad quieren sobrevivir junto a ella y su amado planeta
Otra modalida artística que me asustó hace poco fue la de Guillermo Habacuc Vargas en Centroamérica, pues el artista encadenó a un perro en una galería artística hasta dejarlo morir de inanición, increiblemente lamentable. Yo me pregunto que harían los vistantes de tal semejante aberración, ¿tendrían la información completa de las pretensiones de dicho individuo? y en caso afirmativo, ¿cómo es que no hicieron nada? Lo peor de todo es que piensa repetirlo en Honduras. Pero bueno, como Dios está muerto, vale todo (Dostoievski) y puede que un día sea artístico hasta la muerte de personas, si no lo es ya.
Lo único que nos queda es la reflexión sobre nuestra vida, nuestras normas y conductas y en ello se tienen que implicar los diversos campos de la humanidad entre ellos el arte como máximo exponente popular de significaciones, por ello ha de ser ejemplar y dotarse de una autocrítica formal más que de sus contenidos, aunque esto hoy resulta difícil con lo mediatizado y consecuentemente capitalizado que está ese medio de expresión tan genuínamente humano como es el arte, el símbolo.
Y del fuego transnacional al nacional fallero, donde unos gamberros han quemado ninots antes de lo previsto en la complicidad nocturna y con mayúscula alevosía, en fin, sin palabras.
¿Es aquí lícito el gasto masivo que produce el marzo valenciano? Yo creo que aquí el papel cultural de la festividad es inexcusable por todas las interaciones que un evento así conlleva, sin embargo también creo que las culturas evolucionan, se modifican con el tiempo y ahora es el momento de replantearse nuevas perspectivas, sobre todo en las fiestas populares de las que somos actores principales, donde el diálogo nos debe llevar a acuerdos para paliar los resultados indeseados de tales eventos, y no se trata de limpieza o gastos elevados, sino de posiciones que defiendan los recursos patrimoniales que se pierden con ellos aceptando cambios gradualmente tanto en la forma como en el contenido de tales eventos sociales, si como parte de la humanidad quieren sobrevivir junto a ella y su amado planeta
Otra modalida artística que me asustó hace poco fue la de Guillermo Habacuc Vargas en Centroamérica, pues el artista encadenó a un perro en una galería artística hasta dejarlo morir de inanición, increiblemente lamentable. Yo me pregunto que harían los vistantes de tal semejante aberración, ¿tendrían la información completa de las pretensiones de dicho individuo? y en caso afirmativo, ¿cómo es que no hicieron nada? Lo peor de todo es que piensa repetirlo en Honduras. Pero bueno, como Dios está muerto, vale todo (Dostoievski) y puede que un día sea artístico hasta la muerte de personas, si no lo es ya.
Lo único que nos queda es la reflexión sobre nuestra vida, nuestras normas y conductas y en ello se tienen que implicar los diversos campos de la humanidad entre ellos el arte como máximo exponente popular de significaciones, por ello ha de ser ejemplar y dotarse de una autocrítica formal más que de sus contenidos, aunque esto hoy resulta difícil con lo mediatizado y consecuentemente capitalizado que está ese medio de expresión tan genuínamente humano como es el arte, el símbolo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario